Esta es una etapa de significativos cambios en la vida de los niños, pues comienzan a crear hábitos alimentarios que van a repercutir en su desarrollo. Entre los 2 y 4 años, los niños sufren una disminución en la velocidad de crecimiento, comparado con el primer año, pero tienden a ganar más peso y tallas.
En esta etapa el niño va aprendiendo a expresar cuales son sus preferencias y gustos de acuerdo a los sabores y olores que experimente a través de los alimentos que se le sirven. Si al probar un alimento lo rechaza, lo recomendable es que no lo obligues a comerlo en ese momento. Espera unos días y dáselo nuevamente en pequeñas cantidades hasta que se acostumbre al mismo. Lo ideal es que el niño coma de todo, pero debemos respetar que habrá alimentos que simplemente rechazará en cualquier forma que se lo presentes.
Es normal que el niño se muestre menos ansioso por comer, aun así debemos velar porque satisfaga todas sus necesidades nutricionales. Para ello debes crear una guía que incluya una variedad de alimentos que contenga una cantidad balanceada de calorías y grasa.
El desayuno es una de las comidas más importantes del día, el cual representa el 25% de las necesidades nutricionales diarias. Si un niño no desayuna bien es muy habitual que baje su rendimiento escolar. Procura que este primer alimento diario incluya: un vaso de leche, yogur, o ración de queso, estos son fuentes de proteínas, las cuales son esenciales para formar, mantener y reparar los órganos y tejidos del cuerpo. También puedes incluirle cereales, galletas o tostadas, y frutas (puede ser entera o en jugo).
El almuerzo constituye aproximadamente el 30% de las necesidades nutricionales del pequeño, por lo que debe incluir una variedad de cereales (pan, pasta, arroz), y verduras. Las carnes no deben faltan, por lo menos tres veces a la semana, porque le aportan proteínas, zinc y hierro que son esenciales para el crecimiento y para prevenir la anemia. El pescado porque contiene grasas que le ayudan a prevenir las enfermedades del corazón, frutas y lácteos.
Las meriendas, tanto a media mañana como en la tarde permitirán alniño ingerir algo ligero entre comidas y satisfacer cualquier ansiedad por alimento que se presente en esos horarios. La merienda no debe ser muy abundante, puede ser una fruta, un zumo o un bocadillo.
La cena también tiene su importancia, porque es el último alimento que el niño ingiere antes irse a dormir, y pasarán varias horas antes de que vuelva a comer nuevamente. En ella se pueden mezclar los distintos grupos alimenticios del almuerzo, pero sin abusar de los azucares y grasa.
Involucra a tu pequeño en la selección y preparación de los alimentos y enséñele a tomar decisiones saludables al brindarles oportunidades de seleccionar alimentos basados en su valor nutricional. Háblale de la importancia de ingerir alimentos ricos en proteínas, vitaminas y fibras, en poco tiempo él entenderá sobre el tema y colaborará en con su ingesta.
Recuerda que un niño con sobrepeso tiene tendencias a desarrollar terribles enfermedades como la diabetes.
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